domingo, julho 31, 2005

Mosquis!

Por que as verbas axeitadas sempre chegan un día tarde? Despois de meses agardando polo encontro, apareciches por aquel cosmos de rostros entolecidos e achegácheste a min para bailar xuntos Fiesta Pagana, coma nos vellos tempos. E coma nos vellos tempos eu tiña os ollos vermellos e algunha agulla no peito. Ti igual de loira e maquillada cá sempre, con ese sorriso e con ese xeito único que tes de desfacer as distancias cando susurras no oído: Levo ben gardado o tacto do teu naris na miña meixela.
Puiden dicirche cousas coma: "que gañas tiña de verte, apeteceche charlar?", ou "buscame no Trasno que de seguro te invito a un calimotxo". Pero tan só te estiven dicindo que contaba con terte o ano que ven por Vila Feitiña e cómo carallo é que decidiches ir pra Vigo a estudar Tradución e Interpretación.
Falamos de Silvio e de batallas con cans. Os meus ollos vermellos dabanche medo e a miña boca espumeaba coma se estivese rabioso. Pero daba igual, iniciabas sempre ti cunha frase e ese sorriso de paxaros abrazados, e con eses ollos tan brancos gracias á súa escura coroa.
Lembróo ben: "o mellor xeito de fuxir da realidade segue sendo mentir". Estamos tolos. E a min gústame que me mintan. Por iso nese momento de silenzo veu Andrea e colleume para bailar. Menos mal. As túas amigas aproveitaron para rescatarte e non volvín verte.
E hoxe, xa ves, estou convencido de que debo atoparte para poder dicirche as cousas que se quedaron na parte de dentro dos beizos. Debo atoparte antes da hora maldita (a hora dos torpes, que diría Ismael Serrano), sen os ollos vermellos e sen agullas no peito.
É que sempre meto a pata coas mulleres...

quinta-feira, julho 14, 2005

Minha meninha...

Lembras aqueles tempos? Todo era máis sinxelo, non sabiamos nada das incongruencias do materialismo histórico de Marx e non tiñamos que partirnos a cabeza tanto coma agora. Cantabamos as glorias do che Guevara e de Fidel, queriamos ser coma Lenin e aprendiamos a odiar a Stalin. Polas tardes ti levabas un paraugas e nos refuxiabamos os dous da chuvia naquela manifestación na que aínda eramos nenos. Debuxabamos a cara de Groucho no esquelete de don Arturo e ti fuxias cada vez que facían a pregunta fatídica. Eu quedaba ollando como corrías por aquela clase de 20 alumnos e xa comezaba a sentir entón ese picor detrás dos ollos que agora xa leva toda vida acompañándome.

Cando un carro levou os meus soños de marchar por un anaco deste país, ti apareciches nun recreo (deses nos que eu, lisiado, tiña que recluirme) cun agasallo que aínda gardo na miña mesiña de noite e co teu corpo espido facendo a danza do amor. Aínda hoxe Pablo, Patu e máis eu gardamos o segredo. Logo viu o noso maio do 68, tomamos o Concello mentres xogabamos ao Mikado e bebiamos mate do termo de Tania.

Pero todo despois comezou a torcese. Eu declarabache o meu amor mentres ti pedias unha aspirina para os teus males de cabeza ao pit-bull do instituto. Foron despois meses de silenzo e de mans do peito as longas mañans no Enxebre. Pero todo pasou. Ti perdías a inocencia no baño do Aturuxo mentres eu conversaba con Venus unha noite tirado na lonxa de Bueu, despois dunha das miñas moitas batallas perdidas. Entón perdinte a pista.

E hoxe chégame unha mensaxe túa, que non está dirxida a min, e dime que hai algo que xa morreu, que o tempo pasa e ás persoas de súpeto, sen saber por qué, déixaslles de gustar, que o soño sempre remata esvaíndose. Mírote pola rúa e non che digo nada desa mensaxe da que eu non era receptor, quédome coa túa imaxe feliz, co teu torso dobrado cara atrás e os brazos estendidos, berrando a túa mítica frase de: "irradias erotismo".

Rapaza, deboche unha das apertas máis fortes que podo dar.

quarta-feira, julho 13, 2005

POLARIS- H.P.Lovecraft (o meu relato preferido!)

El resplandor de la estrella de Polar penetra por la ventana norte de mi cámara. Allí brilla durante todas las horas de espantosa negrura. Y en otoño, cuando los vientos del norte gimen y maldicen, y los árboles del pantano, con las hojas rojizas, susurran cosas en las primeras horas de la madrugada bajo la luna menguante y cornuda, me siento junto a la ventana y contemplo esa estrella. En lo alto tiembla reluciente Casiopea, hora tras horas, mientras la Osa Menor se eleva pesadamente por detrás de esos árboles empapados de vapor que el viento de la noche balancea. Antes de romper el día, Arcturus parpadea rojizo por encima del cementerio de la lona, y la Cabellera de Berenice resplandece espectral allá, en el oriente misterioso; pero la Estrella Polar sigue mirando con recelo, fija en el mismo punto de la negra bóveda, parpadeando espantosamente como un ojo insensato y vigilante que pugna por transmitir algún extraño mensaje, aunque no recuerda nada, salvo que un día tuvo algo que transmitir. Sin embargo, cuando el cielo se nubla, consigo conciliar el sueño. Nunca olvidaré la noche de la gran aurora, cuando jugaban sobre el pantano los horribles centelleos de la luz demoniaca. Después de los destellos llegaron las nubes, y luego el sueño.
Y bajo una luna menguante y cornuda, vi la ciudad por primera vez. Se asentaba, callada y soñolienta, sobre una meseta que alzaba en una depresión entre extraños picos. Sus murallas eran de horrible mármol, al igual que sus torres, columnas, cúpulas y pavimentos. En las calles había columnas de mármol en cuya parte superior se alzaban esculpidas imágenes de hombres graves y barbados. El aire era cálido y manso. Y en lo alto, apenas a diez grados del cenit, brillaba vigilante esa Estrella Polar. Mucho tiempo estuve contemplando esa ciudad sin que llegara el día. Cuando el rojo Aldebarán, que parpadea a baja altura sinponerse, lleva hecho ya un cuarto de camino por el horizonte, vi luz y movimiento en las casas y las calles. Formas extrañamente vestidas, a un tiempo nobles y familiares, deambulaban bajo la luna menguante y cornuda; los hombres hablaban sabiamente en una lengua que yo entendía, si bien era distinta de la conocía. Y cuando el rojo Aldebarán hubo recorrido más de la mitad de su trayecto, volvió el silencio y la oscuridad.
Al despertar ya no fui el de antes. Había quedado gravada en mi memoria la visión de la ciudad, y en mi alma había despertado un recuerdo brumoso, de cuya naturaleza no estaba entonces seguro. Después, en las noches de cielo nublado en que podía dormir, vi con frecuencia la ciudad; unas veces bajo los rayos cálidos y dorados de un sol que nunca se ponía y giraba alrededor del horizonte. Y en las noches claras, la Estrella Polar miraba de soslayo como no lo había hecho nunca.
Gradualmente, empecé a preguntarme cual sería mi sitio en aquella ciudad de la extraña meseta entre extraños picos. Contento al principio de contemplar el paisaje como una presencia incorpórea que todo lo observa, desee luego definir mi relación con ella, y hablar con los hombres graves que a diario discutían en las plazas. Me dije a mí mismo: "Esto no es un sueño; pues, ¿por qué medio puedo probar que es más real esa otra vida de las casas de piedra y ladrillo, al sur del siniestro pantano y del cementerio de la loma, donde cada noche la Estrella Polar atisba furtiva por mi ventana?".
Una noche, mientras escuchaba el discurso en la gran plaza de numerosas estatuas, experimenté un cambio, y noté que al fin tenía forma corporal. Poro no era un extraño en las calles de Olathoe, la ciudad de la meseta de Sarkia, situada entre los picos de Noton y Kadiphonek. Era amigo de Alos quien hablaba, y su discurso era grato a mi alma, ya que era el discurso del hombre sincero y del patriota. Esa noche tuve la noticia de la caída de Daikos y de avance de los inutos, demonios achaparrados, amarillos y horribles que cinco años antes habían surgido del desconocido occidente para asolar los confines del nuevo reino y sitiar muchas de nuestras ciudades. Una vez tomadas las plazas fortificadas al pie de las montañas, su camino quedaba ahora expedito hacia la meseta, a menos que cada ciudadano resistiera con la fuerza de diez hombres. Pues las rechonchas criaturas eran poderosas en las artes de la guerra, y no conocían aquellos escrúpulos de honor que impedían a nuestros hombres altos y de ojos grises, habitantes de Lomar, emprender una conquista despiadada.
Mi amigo Alos mandaba todas las fuerzas de la meseta, y en él se cifraba la última esperanza de nuestro país. Es este momento, hablaba de los peligros que había que afrontar, y exhortaba a los hombres de Olathoe, los más bravos de los lomarianos, a perturbar la tradición de sus antepasados, quienes al verse obligados a abandonar Zobna y desplazarse hacia el sur ante el avance de los hielos (incluso nuestros descendientes tendrán que dejar un día la tierra de Lomar), barrieron gallarda y victoriosamente a los gnophkehs, caníbales velludos y de largos brazos que se oponían a su paso. Alos me había rechazado como guerrero, ya que era débil y propenso a extraños desmayos cuando me sometía a la fatiga y al esfuerzo. Pero mis ojos eran los más agudos de la ciudad, a pesar de las largas horas que yo dedicaba cada día al estudio de los manuscritos Pnakóticos y del saber de los Padres Zbnarianos; de modo que mi amigo, no queriendo condenarme a la inacción, me concedió el penúltimo deber en importancia: me envió a la atalaya de Thapnen para hace allí de ojos de nuestro ejército. En caso de que los inutos intentasen conquistar la ciudadela por el estrecho paso que hay detrás del pico de Noth, u sorprender por allí a la guarnición, yo debía encender la señal de fuego que advertía a los soldados que la aguardaban, y salvar a la ciudad de su inmediata destrucción.
Subí solo a la torre, ya que los hombres fuertes eran todos necesarios abajo en los desfiladeros. Tenía el cerebro dolorosamente embotado por la excitación y el cansancio, ya que no había dormido desde hacía muchos días; pero mi resolución era firme, pues amaba mi tierra natal de Lomar, y la marmórea cuidad de Olathoe, situada entre los picos Noton y Kadiphonek.
Pero cuando estaba en la cámara más alta de la torre, percibí la luna roja, siniestra, menguante, cornuda, temblando entre los vapores que flotaban sobre el lejano valle de Banof. Y a través de su abertura del techo brilló la pálida Estrella Polar, parpadeando como si estuviera viva, y mirando furtiva como un demonio de tentación. Creo que su espíritu me susurró consejos malvados, sumiéndome en traidora somnolencia con una rítmica y condenable promesa que repetía una y otra vez:
"Duerme, vigía hasta que las esferas
Giren veintiséis mil años
Y yo regrese
Al lugar donde ahora ardo.
Después, otros astros surgirán
En el eje de los cielos;
Astros que sosieguen, astros que bendigan
Concediendo dulce olvido.
Sólo cuando mi órbita concluya
Turbará el pasado tu puerta".
En vano traté de vencer mi somnolencia, intentando relacionar estas extrañas palabras con algunos de los saberes celestes que yo había aprendido en los manuscritos Pnakóticos. Mi cabeza, pesada y vacilante, se dobló sobre mi pecho; cuando volví a mirar, fue en un sueño, y la estrella polar sonreía burlonamente a través de una ventana, por encima de los horribles y agitados árboles de un pantano soñado. Y aún continúo soñando.
En mi vergüenza y desesperación, grito a veces frenéticamente, suplicando a las criaturas soñadas de mi alrededor que me despierten, no vaya a ser que los inutos suban furtivamente por detrás del pico de Noton y tomen la ciudadela por sorpresa; pero estas criaturas son demonios: se ríen de mí y me dicen que no sueño. Se burlan mientras duermo; entretanto, puede que los enemigos achaparrados y amarillos se estén acercando a nosotros con sigilo. He faltado a mi deber y he traicionado a la marmórea ciudad de Olathoe. He sido desleal a Alos, mi amigo y capitán. Sin embargo, estas sombras de mis sueños se burlan de mí. Dicen que no existe ninguna tierra de Lomar, salvo en mis nocturnos desvaríos; que en esas regiones donde la Estrella Polar brilla en lo alto, y donde el rojo Aldebarán se arrastra lentamente por el horizonte, no ha habido otra cosa que hielo y nieve durante milenios, ni otros hombres que esas criaturas rechonchas y amarillas, marchitas por el frío, que se llaman "esquimales".
Y mientras escribo en mi culpable agonía, frenético por salvar la ciudad cuyo peligro aumenta a cada instante, y lucho en vano por liberarme de esta pesadilla en la que parece que estoy en una casa de piedra y de ladrillos, al sur de un siniestro pantano y un cementerio en lo alto de la loma, la Estrella Polar, perversa y monstruosa, mira desde la negra bóveda y parpadea horriblemente con un ojo insensato que pugna por transmitir algún mensaje; aunque no recuerda nada, salvo que un día tuvo un mensaje que transmitir.

Aroma a morA


Agarda un pouco... é este fodido vento que me dá frío, non te impacentes...
Disme que xa é hora de marchar desta campá de pedra, que é o momento de saír e mergullarnos no mundo de novo.
Pero agarda, en serio... que vai moito frío e teño medo de que volte de novo a tusir coma a noite anterior, cando levaba catro días sen tomar o Telfast.
E que me agarda aí enfora? Se é o teu corpo de novo, prefiro quedarme aquí dentro, sentado e soñando, agardando polos días de fresco e curado.
Aínda que o teu perfume consiga colarse por debaixo dos meus pés non agardes que saia. Non repetirei o mesmo erro.
Levanto aquí o meu bosque, onde fallei e por un intre decidín voltar a caír. Volto a recoller moras, pero desta vez medran nunha rocha gris e son eu só quen as recolle.
Se outra vez atopo o teu corpo precisarei un momento, cecais moi longo, para mirarme nos teus ollos e recoñecerme.
E coa miña man recollo moras na parte interior dunha campá de pedra.

quinta-feira, julho 07, 2005

Dibujos Animados

Con esta canción de Pedro Guerra quero que salte o espírito infantil de todos vós, e de seguro que teredes alguen a quen dedicarlla, igual ca min.

Yo podría ser Bugs Bunny por mis dientes
tú eres algo como Dumbo en femenino
personajes de dibujos como gentes
animados por la vara de algún brujo

Shostakovich nos dejó bandas sonoras
un tratado de los ritmos y las claves
me persigues por el canto de una viola
yo me escondo en el tam tam de los timbales

mi luz, mi corazón
mi pajarita, mi creyón
por verte fui dejando
siluetas en las puertas
mi luz, mi corazón
mi tinta china por amor
le pido al dibujante
que me lleve en un cometa

Hoy te he visto discutiendo con Bart Simpson
si es un hombre un animal el pato Lucas
realmente yo no sé cuando te he visto
si eras sólo una ilusión del que dibuja

me aplastó el crujir de una locomotora
me quedé como una línea en el espacio
me barriste sin querer con una escoba
me salvaste con un beso y un abrazo

mi luz mi corazón
mi pajarita mi creyón
por verte fui dejando
siluetas en las puertas
mi luz mi corazón
mi tinta china por amor
le pido al dibujante
que me lleve en un cometa...

domingo, julho 03, 2005

Na miña viliña morracense

Agantando a tentación (e ciumento no fondo porque sei que me perderei un deses saltos ao baleiro que tanto me gustan) inicio o camiño do exilio despois dunha improvisada reunión na Estakada 23 cunha botella de viño roubada dos brazos dunha árbore que deixou unha ardente bagulla nas miñas mans.

Ardentía, ese é o termo que fica nos meus miolos despois de todo. Ela apareceu cuns grilletes nas mans e eu, desarmado pois xa hai algun tempo que o sorriso me falla, non poiden liberala. E mergulleime nas lembranzas da noite anterior, no desexo de experimentar o longa que pode facerse unha noite xogando eu só cos playmobil no meu cuarto.

Os vasos caíron ao mar. A comida caeu nunha das rodas traseiras dun Citroën ZX, mais as lembranzas seguian dentro, camiñando en zig-zag polas miñas pernas. A invasión resultou un fracaso.

Ardentía por tantas cousas... tantos momentos asaltaron a miña mente esta noite morracense, aquelas noites nas que Bueu tremía ante as voces de Jitaniyo e Fray Escoba. Esas noites que me pediron repetir...

Pero xa non son o mesmo... Cambioume o acento e agora a miña boca bota un estrano fume gris (coidado que corredes o risco de intoxicarvos).

O Chino tusía e nós ríamos. López daba voltas e nós tamén ríamos.

Ti apareciches con grilletes e deronme gañas de poñerme a chorar.

(E mentres tanto, o peirao de Bueu derrumbabase e o can de Freire fería a un vello na perna esquerda)

sexta-feira, julho 01, 2005

Despedida

Ao fin chegou o verao e as arelas dunha definitiva liberación de compromisos académicos e noites sen durmir, mentres a lúa se convirte nun branco vasiño de cafeína e os infinitos folios de apuntamentos reamtan sendo a mellor almofada que a miña cabeza pode atopar.

Xa quedou todo atrás. Dentro dunhas horas voltarei á miña pequena vila morracense, a atopar abrazos que agardo non caducaran, a descansar e vivir un pouquiño de realidade despois de todos estes meses de soños, marabillas e aventuras nocturnas que me regalou a nosa querida Vila Feitiña.

Despídome de vós cun golpe na fronte. Despois dun ano de amnesia, de esquecemento total da miña vida anterior, unha tremenda caída de cabeza amenaza devolverme á vida de sempre... E quedan aquí, grabadas nas pedras mil vivencias e mil historias que endexamais poderán fuxir:

a noite do eclecticismo na que a policía nos botara as botellas ao lixo e remataramos bautizandonos en xenebra

as noites de Platerías queixándome do lonxe que queda a costa vasca das escaleiras da Catedral, mentres unha parte de min fuxía temerosa cara Arxentina

os concertos do Momo nos que entre cubatas e canutos conseguia desenganchar da realidade e mergullarme no meu mundo de sorrisos

o piso de Héctor no que nos adoitabamos reunir os catro máis perdidos de primeiro de xornalismo, catro perdidos que xa somos catro irmáns

as botellas de licor café acumuladas na miña habitación...(a derradeira en irse foi aquela que baixamos na aula de prácticas)

noites de conversa que se eternizan e rematan cunha tarta de améndoa ao amencer

o día de furia que se convertiu en día de prisión, en día de saber o doce que é a liberdade cando estás rodeado de xente tan marabillosa

palabras que se alongan na escuridade diante do portal da súa casa, tanto que rematan morrendo e deixan paso aos beizos

a tropa de segundo (e bolseiro) que nos gastou a novatada e que se fixeron un bo sitio no meu corazonciño

a mítica frase coa que comezara todo: "eu a ti coñézote de algo" (e aínda seguimos sen estar seguros de qué nos coñeciamos!)

xente que aparece de súpeto, sen que ti o pediras, e que pinta cos dedos un cartel de Marea ás 5 da tarde na Quintana antes de marcharse, quizais para sempre


foise a luz chegou a sombra
o reino da oscuridão,
fecha os olhos guarda abraços
no fondo do teu coração
(tan só hai unha cousa no mundo que me deixara máis marcas cá ti: o bisturí que me operou de apendicite cando tiña nove anos)
Adeus, Vila Feitiña!!!!